No hubo medida de comparación entre Argentina y Bolivia. Resultó hasta imposible comparar el modelo B nacional contra un grupo que llegó a los tumbos a Houston para jugar este partido que significó el reencuentro de la Selección después de la Copa América 2015 y ese sabor amargo de otra final perdida.
Argentina goleó, humilló técnica y tácticamente a Bolivia y lo hizo porque, pese a salir con un equipo prácticamente de probeta, tuvo alfiles tan punzantes como efectivos. Contar son Sergio Agüero, la gran figura de la noche, ya era una ventaja enorme. Ni hablar cuando Lionel Messi, ya con el duelo liquidado en el segundo tiempo, desplegó su show. Leo entró para decorar el resultado, para demostrar que su pasión por los colores no se manchan y que mientras las piernas le den, él seguirá vistiendo la número 10.
El principio, nudo y desenlace fue completamente favorable a los dirigidos por Gerardo Martino, el hombre que decidió remozar su 11 ideal con caras nuevas, quizás las del futuro, y apoyarlo en piezas claves como Sergio Romero, en el arco, y Agüero en ofensiva.
El “Kun” hizo lo que quiso. Asistió a “Pocho” Lavezzi en dos oportunidades (2 goles) y después creó su propio doblete, un grito en cada tiempo, para el 4-0 parcial. Y cuando Messi pisó el campo a pedido de la gente, a los 21’ del complemento, en la primera pelota que tocó la mandó a guardar de cabeza.
Después le siguió otro pase fortísimo de Agüero que también controló con magia y cambió la asistencia por el 6-0.
Fue una prueba sin ser tal que sirvió para ver a Milton Casco, Emanuel Mas, Matías Kranevitter, entre otros debutantes que aprobaron. A la Argentina le sobró delicadeza y certeza para liquidar antes de los 5’ un partido que entregó siete goles (el último de Angel Correa) y bríos renovados, pensando en las Eliminatorias.